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Desde su fundación oficial en 1917, La National Hockey League se ha convertido en una de las cinco ligas más grandes del deporte profesional en América del Norte y con el pasar de cada temporada, nuevos mercados se suman a la afición, al tiempo en el que son más los jóvenes que se agregan a la práctica de esta disciplina. Por ello, NHL.com/es, presenta las conexiones existentes entre el hielo con personalidades fuera de la pista y esta entrega, destaca la perspectiva de un hombre que ha sabido superar adversidades para convertirse en un ganador dentro y fuera del ring.

En el silencio previo a un combate, cuando el sonido del público todavía no golpea con fuerza y la luz apenas toca los guantes, existe un momento en el que los peleadores se enfrentan a su historia. No es un rival lo que está al frente, sino todo aquello que tuvieron que superar para llegar allí. En el caso de Thomas Dulorme, ese instante tiene un peso distinto. Porque él no solo pelea por victorias, ni por récords, ni por el espectáculo del boxeo profesional.

Dulorme pelea por el niño que fue, por el joven que trabajó limpiando zapatos en la República Dominicana, por el adolescente que entendió en Puerto Rico que el destino no está escrito, sino construido. Su vida es el retrato del atleta que nace en la adversidad y se forja en el esfuerzo constante. Y, curiosamente, esa esencia conecta profundamente con otro grupo de guerreros: los que pelean sobre hielo.

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La historia y carrera de Dulorme: pelear desde el fondo
Thomas Dulorme no necesita metáforas para contar sus inicios. Los recuerda con claridad, como quien revive una película que nunca lo abandona. “Empecé desde el fondo, donde muchos no ven salida”, dice con firmeza. En República Dominicana conoció la pobreza desde adentro: hambre, trabajo infantil, días demasiado largos para un niño demasiado pequeño. “Limpiaba zapatos, vendía empanadas, ayudaba a mi mamá en lo que fuera”, recuerda. Esa etapa le dio su primera lección de supervivencia. La segunda llegó cuando su familia se mudó a Puerto Rico.

En la isla, descubrió un sentido de propósito que no había sentido antes. “Si quería cambiar mi vida, tenía que pelear por ella. El boxeo me enseñó disciplina, dolor y humildad, entendiendo que la preparación no era solo física, sino era mental, espiritual y emocional, porque cuando vienes de la nada, tu fuerza no nace del gimnasio. Nace del dolor y del deseo de salir adelante.”

Ese motor interno lo impulsó a una carrera profesional donde nada fue regalado. Ahora, cuenta con una vitrina que avala cuatro campeonatos en Estados Unidos en el peso Welter y Ligero, con un total de 26 victorias, de las cuales 17 han sido por la vía del Knockout, completando una impresionante cadena de 10 victorias consecutivas derribando a sus oponentes en el cuadrilátero. “Lo que más me apasiona no es ganar una pelea sino convertirme en alguien que nunca se rinde.”

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Puente hacia el hielo: Admiración por el hockey y los Golden Knights
Cuando se le pregunta por el deporte de los patines y el disco, Dulorme responde con una mezcla de respeto y curiosidad. Le gusta la energía, el choque, la velocidad. “Es una guerra en el hielo y eso me gusta”, afirma con una sonrisa. Para él, los Vegas Golden Knights representan un espíritu que entiende perfectamente. “Ellos nacieron y rápidamente se ganaron el respeto del mundo, como guerreros. Eso me identifica, porque en mi carrera también tuve que pelear contra todo y ganarme cada oportunidad.”

Dulorme admira la complejidad física del hockey. “Es un deporte que combina patinaje sobre hielo, velocidad, empujones, coordinación visual e inteligencia.” Pero lo que realmente destaca es la fortaleza mental que exige. “Tú puedes tener fuerza, técnica y velocidad, pero si tu mente no es fuerte, no vas a durar. La mente es la que te dice ‘uno más’ cuando el cuerpo ya se rindió.”

Basado en una carrera exitosa, Dulorme nos promueve las peleas en el hockey, pero si destaca la agresividad con la que los jugadores persiguen el disco y protegen a cada uno de sus compañeros. “Luchar con patines es como pelear en otro mundo, necesitas equilibrio, reflejos y coraje.” Y agrega: “El boxeo ayuda mucho. Te da coordinación, tiempo de reacción y mentalidad de fuego. Si un atleta aprende a mantenerse frío mientras todo alrededor se mueve rápido, ya tiene la ventaja.”

Y si Dulorme pudiera jugar hockey, tiene claro cuál sería su rol. “Sería defensa o portero, sin pensarlo”, admite. “Me gusta proteger, aguantar el golpe y seguir firme.” Habla como quien ve en esas posiciones una extensión de su espíritu: resistir, absorber, defender. “En la vida, como en el ring o en el hielo, los verdaderos campeones no huyen del golpe, lo enfrentan.”

La identidad hispana como fuerza imparable
Si hay algo que define a Thomas Dulorme más que el boxeo, es su identidad hispana. Habla de ella con orgullo, con fuego, con una convicción que solo tiene quien ha vivido cada escalón del sacrificio. “Los hispanos somos lo más apasionado que hay en el mundo del deporte”, asegura con emoción. Su infancia en República Dominicana y su crecimiento en Puerto Rico le dieron una perspectiva única sobre lo que significa resistir y avanzar. “El corazón del hispano está hecho para resistir”, afirma.

Por tal razón, al ser consultado sobre por NHL Español, sobre el crecimiento del hockey en la comunidad latinoamericana, el pugilista no duda de la aceptación de la disciplina en ese público. “Claro que puede crecer. Nos encanta el contacto, la competencia, y dejarlo todo. Si el hockey llega a los barrios latinos, te aseguro que no solo va a crecer, va a explotar.” Lo dice con tanta convicción que no deja espacio para el escepticismo. Y lo explica con una frase que parece ser su filosofía de vida: “Cuando un hispano ama algo, lo convierte en una pasión mundial.”

Dulorme no se ve solo como un boxeador. Se ve como un puente. Como un hombre que puede representar una historia que también pertenece a millones de latinos debido a su carácter de lucha que le ha permitido labrar una carrera que encaja de manera intensa con el espíritu del hockey: resistir, pelear, levantarse. Y en esa conexión, dos mundos tan distintos encuentran el mismo idioma, el del corazón indestructible.

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