Con la pretemporada 2025-26 de la NHL programada para comenzar el 20 de septiembre, NHL.com/es presenta un análisis a fondo de cada equipo antes de que comience la acción. Hoy toca el turno a los Buffalo Sabres.
La temporada de 2024-25 para los Sabres estuvo marcada no solo por añadir un año más a la larga sequía sin una participación en los playoffs, sino por la manera en la que ocurrieron las cosas.
Del 27 de noviembre al 21 de diciembre los Sabres acarrearon una terrible racha perdedora de 12 derrotas consecutivas que socavó cualquier intento por erradicar un vacío de postemporada en Buffalo que data desde 2011 y que ha dejado a la afición de nuevo con las ilusiones rotas. Al final de ese funesto lapso, el equipo ya acumulaba una marca de 11-23 y nunca pudo sobreponerse a ese doloroso bache.
El primer año de Lindy Ruff en el cargo de entrenador en jefe de los Sabres, en su segunda etapa con el club, no derivó en poner fin a una seguidilla de 14 años en fila de Buffalo sin playoffs, una expectativa que se generó luego de que en su primera etapa en el noroeste del estado de Nueva York viviera algunos de los mejores años en la historia de la franquicia dirigiendo desde la banca, incluso con una visita a la Final de la Stanley Cup.
El factor de acarrear la racha de más años sin clasificar a los playoffs fue demasiado para los jugadores y el cuerpo de entrenadores y la temporada que se perfilaba como ‘el año’ para ponerle fin a ese suplicio se disipó, el club volvió a tener una retroceso y acabó con récord de 36-39-7 (79 puntos).
Las contrataciones con fueron particularmente rimbombantes, entre las que se encuentran el defensa Michael Kesselring, procedente del Utah Hockey Club (ahora Utah Mammoth) en un canje que involucró a JJ Peterka, el segundo jugador ofensivo más importante para Buffalo en la 2024-25, por detrás de Tage Thompson. El joven delantero Josh Doan también llegó desde Salt Lake City como parte del canje.






















