Y aquí están, a las puertas de un nuevo título que no sólo los volvería a premiar como los campeones de la Stanley Cup, sino que los consagraría como un grupo que empieza a vincularse con una de las palabras más exclusivas en los deportes.
Dinastía.
En su tercera final consecutiva —un hito que por sí solo los mete en la conversación de ser un equipo generacional— los Florida Panthers están a un triunfo de coronarse campeones por segundo año consecutivo, luego de vencer con contundencia en el Juego 5 a los Edmonton Oilers el sábado para tomar ventaja de 3-2.
Esto les da la oportunidad de, también en años consecutivos, alzarse con la ansiada Copa frente a su público, mientras se preparan para el sexto compromiso a disputarse el martes en la Amerant Bank Arena de Sunrise.
Pero, como ya es habitual para los dirigidos por Paul Maurice a lo largo de estos tres años plagados de éxitos, la mesura es un aspecto que caracteriza al grupo. Y más que nunca, ese es el ambiente que se respira dentro de un vestuario en el que abunda la experiencia.
Sin embargo, para lograr el objetivo, van a tener que hacer algo que paradójicamente ha sido su mayor desafío: ganar en casa con la misma autoridad con la que lo hacen de gira. Florida ha sido un equipo históricamente bueno en calidad de visitante en estos Playoffs de la Stanley Cup, pero ahora salen determinados a dejar eso a un lado, para intentar coronarse en su patio.
La victoria del sábado en Edmonton fue la décima para los Panthers en la carretera en esta postemporada, una cifra que empata el récord de la NHL de más triunfos como visitante en un solo año de playoffs. La estadística es aun más contundente si se considera que cinco de los seis equipos anteriores que alcanzaron esa marca terminaron ganando la Stanley Cup. Pero esto plantea la interrogante más relevante de cara al Juego 6: ¿cómo pueden los Panthers tomar los mejores elementos de su dominio en la carretera y aplicarlos en el hielo del Amerant Bank Arena para asegurar el campeonato?