Diego Fernandez

Diego Fernández se considera como un pionero del hockey en México, luego de comenzar su carrera durante un boom a mediados de los 90.
El alero derecho fue uno de los mejores jugadores del país del Sur en su apogeo, y sus experiencias con la selección mexicana han ayudado a abrir las puertas para nuevas generaciones.

Pero la historia que comenzó con su fiesta de cumpleaños número seis y con sus primeros goles en el equipo infantil "Los Pollitos", trasciende las barreras del deporte. Para él, ha significado experimentar inolvidables momentos de familia, conocer amigos de toda la vida, viajar alrededor del mundo, y jugar en contra de figuras actuales dentro de la NHL.
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Todo se remonta a 1993 cuando su primo Jorge viajó de -trabajo a de trabajo- a Canadá y le trajo su primer equipamiento de hockey, para después llevarlo a un rink de la Ciudad de México donde era gerente. Fue ahí donde Diego se volvió loco de gusto al sentir el viento frío por primera vez.
NACE UN SUEÑO
"Lo recuerdo como si fuera ayer", mencionó emocionado Fernández. "Tenía los patines chuecos (al revés), ni siquiera patinaba, solo caminaba. Ni mi mamá ni yo teníamos idea como ponernos los patines".
Desde ese momento, el patinaje se convirtió en su pasión más grande y le dedicó gran parte de su tiempo, aprendiendo rápidamente. Después de jugar hockey por dos años en una pista local, tuvo que mudarse a Minnesota a los 9 años a causa del trabajo de su padre.

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Al continuar jugando en Estados Unidos, sus entrenadores le vieron potencial. Así que Diego le pidió a su papá que lo inscribiera en cursos de patinaje para afinar sus habilidades, con sueños de convertirse en jugador profesional.
"Yo sí me lo tomé en serio", comentó Fernández. "Quería ir a campamentos, a torneos, a summer leagues, no tomar tiempo libre. Empecé a trabajarle duro".
PRIMOS Y RIVALES
Sus principios en el hockey llegaron gracias a su primo Jorge, pero fue con Enrique Aguilar (primo a quien se refiere como "hermano"), con quien ha vivido sus mejores momentos dentro y fuera del hielo.
Enrique es un año mayor que Diego, aunque desde el primer momento en que se pusieron los patines y tomaron un stick, siempre se vieron como iguales. Su relación de "casi hermanos", se convirtió al mismo tiempo en rivalidad, pues empezaron a competir por títulos de goleo a temprana edad.
A pesar del amor fraternal y la convivencia frecuente (incluso cuando Diego se mudó a Minnesota), el roce era constante, como lo demostró una pelea a golpes en el verano del 2000 cuando Enrique visitó a Diego durante las vacaciones.
"Estábamos jugando street hockey sin checks, porque era en la calle", recordaba Aguilar. "Le pegué de manera muy ardida y terminó en el suelo. Tuvieron que entrar primos y papás (a separarnos). Ya después nos enfriamos, nos abrazamos y nos dimos un beso".
Mientras Diego superaba su nivel al norte de la frontera, Enrique se sintió algo rezagado comparado con el nivel de su primo. Pero eso no lo detuvo para jugar a buen nivel durante el estudio de su maestría en los Estados Unidos, estableciéndose como el único capitán latino en la historia de la prestigiosa Tuch School of Business en la Universidad de Dartmouth.
ENFRENTÁNDOSE A GRANDES FIGURAS
Durante sus 8 años en Minnesota, Diego tuvo la oportunidad de jugar hockey juvenil a gran escala, incluyendo su paso por la célebre escuela Benilde-St Margaret's, que ha producido jugadores de la NHL como Jordan Leopold y Andrew Alberts.
Su memoria más célebre se remonta a su partido contra la preparatoria Shattuck-Saint Mary's, que en ese momento era comandada por el jugador más dominante de este siglo, Sydney Crosby. "The Next One" apenas tenía quince años, pero ya sonaba como una futura leyenda del hockey.

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"Esa imagen de estar en la banca y verlo pasar era increíble," afirmó Fernández. "Nadie lo tocaba, no lo veías pasar. Su manera de patinar, su visión dentro del hielo era una cosa espectacular", relató.
Un par de años antes, durante su paso por la secundaria Hopkins, Diego también pudo enfrentarse con el actual capitán de los Winnipeg Jets, Blake Wheeler, de quien recuerda que, "le sacaba dos cabezas a todo mundo" y que parecía que estaba jugando una cascara (partido callejero en el barrio) con sus cuates (amigos)".
REPRESENTANDO AL TRICOLOR
Diego tuvo un buen paso por Minnesota, pero se dio cuenta que su nivel no se acercaba al de un futuro jugador de la NHL y decidió ajustar sus expectativas. En esos tiempo justamente, su primo Enrique le convenció de regresar y probarse con la Selección Mexicana
"Como cualquier chavito (joven), siempre fui muy aficionado a la selección mexicana (de fútbol)", recordó Fernández. "Cuando vives fuera, te vuelves más patriota. Yo sabía que iba a representar a México en algo".
Entre sus mejores momentos con el Tri, recuerda cuando su padre llegó de sorpresa con una bandera de México a un partido donde lograron ganar como visitantes ante Rumania.
Pero entre los tragos amargos, mencionó el Mundial Sub-20 también jugado en Rumania. Después de anotarle cinco goles a Lituania, le aplicaron un "caballito", dio una vuelta en el aire y se rompió el ligamento de la rodilla derecha, quedando fuera de circulación por nueve meses.
Pero como todo un guerrero azteca, Diego se recuperó para jugar cinco mundiales más, y acumular más memorias con el equipo tricolor.
"Tenía un juego diferente al que estábamos acostumbrados en México," comentó Santiago Sierra, quien juega con Fernández desde los 18 años. "Ya por estar en Minnesota, se movía más rápido y era más fluido en su juego. Tenía un hockey sense (instinto innato) al 100 por ciento".
REGRESANDO A LA PISTA
En la actualidad, Diego vive el éxito de otra manera como creador de una empresa de cocinas virtuales. Su primo Enrique, mientras tanto, se desempeña como director general de una, empresa de helicópteros bajo demanda. Pero su camino los llevaría de nuevo al hielo, para formar el equipo "Los Juacos"
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Superando ya los 30 años, los primos juegan en un liga relajada y con menos roce físico, pero es su amor por el hockey y la atracción de recordar viejos momentos, ha hecho esta experiencia merecedora de vivirla de nuevo.
"Es un deporte que todo mundo tiene que experimentar," afirmó Fernández. "El hockey marcó mi vida. Siendo de los pioneros (en México), me alegra haber aportado mi granito de arena."