Main Photo Diego

En 2017, cuando la NHL celebró sus cien años de historia, Jonathan Toews y Sidney Crosby, capitanes de los Chicago Blackhawks y Pittsburgh Penguins en aquel momento, fueron dos de los siete jugadores activos seleccionados entre los mejores 100 de todos los tiempos. 

Toews, quien hoy en día se encuentra en año sabático, ha ganado Stanley Cup en tres ocasiones, mismo número que un Crosby que sigue portando la “C” en la camiseta de los Penguins. Pero además de compartir el número de coronas y la histórica designación, ambos defendieron los colores de la misma escuela al momento de jugar al hockey en la escuela secundaria: Shattuck-St. Mary's School, en Minnesota.

Oficialmente, el centro educativo abrió sus puertas en 1858, pero fue en 1925 cuando la institución inició en un programa de desarrollo de hockey que cuenta con 32 títulos nacionales en Estados Unidos, más de 730 jugadores enviados al máximo nivel de competencia en la Universidad (División 1) y 103 atletas seleccionados en el Draft de la NHL. 

Un objetivo a la distancia 

Durante la época del centenario de la NHL, un niño de ocho años llamado Diego Gutiérrez, nacido en el sur de Texas, con ambos padres provenientes de Monterrey, México, comenzó a brillar en la división infantil de los Anaheim Jr. Ducks, donde se destacó por una notable velocidad y un amor indiscutible por el hockey.

Photo Diego Anaheim

“Nos mudamos a Chicago cuando tenía cuatro años y obviamente estaba muy joven, pero mi hermano era un poco mayor y todos sus amigos jugaban hockey. Entonces mi papá nos llevó a un partido de los Blackhawks. En ese momento yo no sabía mucho del deporte, pero a mi hermano le encantó y eso hizo que los dos comenzáramos a recibir clases. Ahora es en lo único que pienso, porque se ha convertido en gran parte de mi vida”.

Diego and his dad

Su papá, Iván Gutiérrez, recuerda aquellos días con notable emoción.

“Por cuestiones de trabajo fuimos invitados a la convención de los Blackhawks en la que mi hijo mayor conoció a los jugadores, lo que le despertó un gran amor por el hockey. Diego, al ver todo eso, comenzó a querer a jugar con su hermano, pero de forma increíble decidió dejar de ver caricaturas y por el contrario, todas las mañanas antes de ir a la escuela estaba frente al televisor para ver el programa ‘On the Fly’ en NHL Network”, dijo.

Y desde la perspectiva de un madre, Lydia Gutiérrez, el potencial de su hijo comenzó a incrementarse después de otra mudanza.

“Si bien todo empezó en Chicago, cuando nos fuimos a vivir al sur de California, a donde Diego llegó de seis años, fue que vimos un crecimiento. La cultura de hockey en ese estado era completamente distinta, porque si bien había menos personas especializadas, la gente que se dedica al hockey, está más comprometida. A partir de allí Diego lo único que quería hacer era entrenar”, comentó.

Luego de siete años en el sur de California, el trabajo de Don Iván envío a la familia a la ciudad de Dallas, donde Diego logró hacer el roster del programa élite de los Dallas Stars para los jugadores nacidos en el año 2009, ubicados en el tercer lugar en el ranking de los Estados Unidos y allí, en la categoría Bantam, el joven defensa completó una temporada que le permitió consagrar la siguiente meta en su desarrollo: Vestir la camiseta de Shattuck St. Mary.

El costo de una visión 

Photo Shattuck 1

“De verdad que es algo surreal poder estar aquí”, afirmó Diego Gutiérrez, quien en lo que va de la temporada 2023-24, supera los 50 puntos, siendo uno de los defensas con mayor producción a nivel nacional. “Desde que estaba pequeño, sabía que aquí era donde quería estar. Obviamente cuando comencé a entrenar no estaba al tanto de que iba a poder alcanzar esta calidad, pero me alegra haberlo hecho”.

No obstante, el joven admite que con el éxito hay una gran responsabilidad. “Sí, claro, cuando llevas puesta la camiseta de Shattuck-St. Mary, se debe pagar un precio, no sólo por el hecho de que leyendas como Toews y Crosby, sino también por mantenerse como el equipo número uno, sabiendo que todos los demás clubes te quieren ganar. Pero desde que estaba pequeño, siempre he tenido mucha confianza en mí, por lo que nunca he dejado que la negatividad me afecte”.

Pero por encima de la presión deportiva, Doña Lydia sabía que la decisión de su hijo conllevaría a una distancia física no acostumbrada en el hogar. “Como hispanos, es conocido que somos personas muy apegadas a la familia y la separación no es fácil, de hecho cuando hablamos con él fuimos claros en decirle que no queríamos que se fuera, pero Diego ha sido un maestro que sabe luchar por su objetivos y lo que se propone, lo cumple”.

Y es por esa tenacidad que Don Iván admite que cuando se trata de hacer un balance, son más las cosas positivas que las negativas. “La amistades que hemos hecho, lo que hemos aprendido, en fin, es cierto que ha sido un sacrificio para todos, pero al evaluar todo, tengo que decir que las satisfacciones han sido mucho más superiores a cualquier sacrificio que hayamos hecho”.

Orgulloso de la bandera

Diego Family

“Somos una familia 100% mexicana y eso nos hace diferentes”, admitió Doña Lydia con mucho orgullo.

Diego, quien pasa sus noches estudiando y creciendo tanto en lo académico como en lo deportivo, admite extrañar “las quesadillas de su mamá”, pero sabe al mismo tiempo que su estadía en Shattuck St. Mary, representa años de dedicación, esfuerzo y confianza, siendo principios básicos dentro de su formación.

“Es increíble. Realmente a veces no lo expreso lo suficiente con palabras, pero la parte mexicana que hay en mí es muy importante porque no es algo común en el hockey, pero es allí donde pienso que existe un elemento que me hace único, además de que me permite honrar todo lo que han hecho mis padres por mí”.

Y es que su papá, Don Iván, siempre le ha inculcado el amor mexicano. “Desde que le compramos su primer casco, el cual creo que me costó siete dólares, le pusimos la calcomanía con la bandera, porque tanto Lydia como yo, somos orgullosamente mexicanos y queremos que nuestros hijos, estén donde estén, sepan que ellos nos representan a nosotros, a su país y al resto de su familia”.

Finalmente, Diego está consciente de lo que significa cada salida al hielo y pese a su juventud y a su deseo de unirse a Sidney Crosby, Jonathan Toews, junto a los otros representantes de la escuela en la NHL, Gutiérrez espera seguir abriendo puertas para los niños que como él, sueñan con ganarse el derecho de representar sus raíces hispanas en los principales escenarios, independientemente de su edad.

“Tengo muchos amigos aquí en Shattuck. Eso es importante para poder mejorar todos los días y extender el legado de esta institución y crear un impacto mayor”. Finalizó Diego, quien desde Minnesota, sigue la carrera de su hermano mayor, Iván Gutiérrez, hoy en día de 18 años e integrante del equipo Sub 18 de los Dallas Stars Elite.

Ambos padres, llenos de orgullo, dejaron claro que “Todo lo que hemos hecho, ha sido porque Diego se lo merece”.

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